jueves, 17 de marzo de 2011

Definitivamente tus ilusiones se disolvieron en eses alargadas, en tropas carnívoras de desesperanza, en alivios malgastados -esos que traen consecuencias-, en animales hambrientos, cansados de vivir y de morir, en cielos enterrados bajo todos tus colores, todo tu esplendor vacío, encarnado en marionetas muertas, en trozos de angustia.
No te importó consumirte las formas, la piel, las palabras.
Sentiste el perdón recorriendo los caminos de tus respiros, sentiste el ensueño de tu vida en el aire, y el dolor, la resaca de tu desilusión. Pero nunca regresaste. Nunca regresaste del útero materno.
Te encerraste en los poros, en las venas. Te disolviste en la sangre, te hiciste órganos y pensaste en lo que nunca quisiste remendar.

(No se esconden en tu sombra los estruendos porque sos la poción de tu esplendor desarrollado, acumulado, que se desmoronó).